sábado, 25 de abril de 2009

¡DENGUE!


¡CRISTINA DECLARA EMERGENCIA SANITARIA!

¡NO VES COMO SUFRE TU PUEBLO!

¡PLAN DE SALUD SOCIAL YA!


Articulo enviado por accion popular nacionlista

Dengue.

Causas sociales de la enfermedad.

por Horacio Micucci


“... Por mucho tiempo hemos aceptado el viejo refrán que dice que prevenir es mejor que curar.(...) De aquí a 10 ó 20 años, el interés más notable del estudiante, así lo espero, ya no radicará en el caso insólito o difícil y muchas veces incurable, sino en las enfermedades más comunes y más comprensibles y evitables. Ojalá que sus preguntas diarias cambien de ¿cuál es el tratamiento? a ¿cuáles son sus causas? y, ¿si es evitable, entonces porqué no ha sido evitada?”

John Ryle. Medicina y salud pública.

El desafío de la epidemiología. OPS.1980.

Una epidemia de dengue está en curso en nuestro país.

No nos detendremos en el agente causal de esta enfermedad, ni en su vector, el mosquito Aedes aegyptis.

Nos interesa particularmente aquí, analizar los determinantes sociales de esta epidemia (o brote epidémico según algunos). La cuestión no es secundaria. Es importante para saber si hay causas sociales que deben solucionarse para enfrentarla y, más aún, prevenirla. Y también para saber, si esta epidemia era evitable, porqué ocurrió.

Los determinantes sociales de enfermedad

Desde los inicios de la epidemiología y la medicina social, se ha debatido si sólo hay causas biológicas, bioquímicas y biofísicas de las enfermedades o deben considerarse también factores sociales en las mismas. En los orígenes de la epidemiología moderna, la teoría miasmática, previa al descubrimiento de los gérmenes, buscaba causas ambientales: “los miasmas de la pobreza”. Pero la teoría miasmática tenia dos vertientes: la oficial, expresada en Chadwick, miembro del gobierno inglés, estimaba que la enfermedad era causal de pobreza. Sin embargo, una postura opuesta, expresada en Frederick Engels y Rudolf Virchow (padre de la citopatología y también de la Medicina Social) sostenía que las condiciones de vida debían ser consideradas cuando se analizaban causas de enfermedad. Pensaban que las condiciones sociales eran previas a la enfermedad. (1)

El descubrimiento de los gérmenes hizo pensar que las condiciones sociales nada tenían que ver con la enfermedad. Los sectores más conservadores de las sociedades, aprovecharon ese avance científico para postular que no era necesario ocuparse de la cuestión social para curar. La aparición de una amplia batería terapéutica posibilitó la ilusión de que sólo con antibióticos se resolvía la cuestión. La pobreza, las condiciones de vida dejaron, para ellos, de ser motivo de investigación sanitaria.

Sin embargo, la existencia de enfermedades crónicas no infecciosas en las cuales no se encontró un germen causal fue la primera desilusión para aquella teoría unicausal del germen. Pero además, a poco de andar se comprendió que los antibióticos permitían curar casos pero no evitar que las epidemias sugieran. Metafóricamente, se actuaba como si, ante un jarro agujereado, se agregara continuamente liquido para llenarlo sin tapar los orificios: el vaso se vaciaba igual. Se curaba un caso y se producían cientos más. El caso de una epidemia de cólera en Tailandia, tratada sólo con antibióticos sin modificar condiciones de vida, sólo consiguió empeorar la situación al producir una cepa resistente.

El prestigioso epidemiólogo estadounidense Milton Terris, uno de los más reconocidos mundialmente, sintetizando la situación y tratando de explicar porqué el cólera era endémico en la India y no en EE.UU. escribió: “...las causas del cólera en la India se remontan a varios siglos de su historia: la invasión inglesa y la destrucción de una industria textil que un día fue floreciente, la persistencia de sistemas arcaicos de propiedad de la tierra, de métodos de labranza, del sistema de castas, de la increíble pobreza, hambre y hacinamiento que padece la población; la consecuente incapacidad para financiar el desarrollo de suministros de agua potable y drenaje y por último, casi incidentalmente, la presencia del vibrión del cólera...”. Es inevitable intentar pensar con la misma concepción las causas de la epidemia que nos azota. (2)

En la visión de Milton Terris el agente microbiológico es causa necesaria pero no suficiente. De la misma manera que, para Salvador Mazza, el Trypanosoma cruzi era causa necesaria pero no suficiente y proponía, entre otras cosas a los efectos de prevenir el Chagas, la sustitución de los ranchos por casas de material.

Uno de los más eminentes sanitaristas argentinos, Ramón Carrillo, decía: “...Frente a la miseria y la incertidumbre social, los microbios como causa de enfermedad son unas pobres causas.”. (3)

La teoría del germen como única causa (teoría unicausal) hoy ha sido desechada. Sin embargo, ha menudo resurge la concepción que intenta ocultar y negar el factor social como condicionante de la enfermedad. Como ejemplo, la teoría del gen, como teoría unicausal, adolece de los mismos defectos. Portar un gen, se sabe, puede ser causa necesaria pero no suficiente. Las condiciones de vida también deben ser consideradas. Conocer el código genético no permite predecir que alguien se morirá efectivamente de una enfermedad.

¿Significa esto que de nada sirve la microbiología, la genética y la biología molecular?. Todo lo contrario. Hoy podemos saber cómo impedir que los factores de riesgo existentes en las condiciones sociales de una población hagan que condiciones microbiológicas y genéticas necesarias para la enfermedad se hagan suficientes. Y esto es clave para una política de prevención de la enfermedad y, más aún, de promoción de la salud. Si nuestros laboratorios son útiles para el diagnóstico de la enfermedad, lo serían aún más para la promoción de la salud.

Lo social en el Dengue.

En la teoría de la promoción de la salud existen dos concepciones. En una se considera que el estilo de vida que cada persona adopta individualmente es condicionante de su enfermedad. Aquí el individuo es culpable de lo que le aqueja. Otra concepción sostiene que es la sociedad la que condiciona y promueve el estilo de vida individual. La primera concepción es predominante en EE.UU.. La segunda en Canadá. Las diferencias de resultados sanitarios están a la vista. (4)

En el dengue, conocemos el microorganismo y aún sus cepas, tenemos reactivos para diagnosticarlo, conocemos su vector, cómo se multiplica, cómo eliminarlo y hasta cómo repeler su picadura. Sabemos que es preciso descacharrar permanentemente y fumigar. Sabíamos que había dengue en países vecinos. Sin embargo no pudimos evitar la epidemia.¿Qué pasó?.

Hace unos días le hice esa pregunta a un científico que está trabajando en la lucha contra la epidemia, en el frente de batalla. Esto me contestó textualmente: “Voy a tratar de darte una opinión que es de perogrullo: Hace más de 10 años que ocurren epidemias de dengue en los países limítrofes del norte y esta enfermedad tiene como vector a un mosquito que crece en esa mugre que te deja de molestar cuando vives en la miseria (cacharros). Los Aedes no distinguen entre la mugre boliviana o paraguaya o brasilera y la nuestra. Pero un buen plan de fumigación y un real alerta en función de lo que teníamos tan cerca, aparentemente funcionó hasta ahora. Me parece que, como es de esperar, y como ha ocurrido en otros años, se podría haber "cercado" a los primeros casos (brote), pero vinieron a descubrir, luego de haberlo usado, que el insecticida con que fumigaron había vencido aparentemente hace 4 años. Pero una cosa es real: hay epidemia de dengue y esto no se resolverá sin acciones sostenidas (léase políticas). En fin, esto es una muestra más de que hace rato que la mediocridad, los gerentes baratos y la mala intención están demasiado bien posicionados (como casi siempre) para que se proteja a la gente.”

Un mail que circula por INTERNET del cual es autor un médico que actúa en una zona crítica, ante la ausencia del Estado dice: “Acepte rápidamente que esto lo resuelve usted, su familia, la comunidad, el pueblo, ORGANIZÁNDOSE. No se queden esperando a las autoridades sanitarias, ni las fumigaciones de la municipalidad de su zona”

Se aconseja descacharrar pero ¿como descacharrar si se vive como en la Villa Nº 20 del sur de la Capital, al lado de un desarmadero que tiene 7000 autos (como se vio el domingo 19 de abril por América TV?. ¿Cómo poner alambre tejido contra los mosquitos en casillas cuyas medianeras, en esa villa, están hechas con restos de los mismos autos del desarmadero y cuyas puertas y ventanas a veces son precarias o no existen? ¿cómo descacharrar si se vive en una villa a la vera del Riachuelo, que se ve desde el tren Roca, con la basura entre las casas precarias y el río?. ¿Cómo usar mosquiteros en habitaciones precarias donde se vive hacinado? ¿Cómo usar repelente (que ya escasea y cuyo precio ha aumentado) si no se sabe si se va a tener dinero para comer?¿Cómo sacar el basural a cielo abierto (que abunda en el interior y en el conurbano) si mucha gente tiene como única fuente de trabajo el cirujeo allí y debe elegir entre morirse de hambre o de dengue (como se vio en TV)?. ¿Cómo no acumular agua si no se tiene agua corriente ni cloacas? Sólo se puede aconsejar tapar los barriles con bolsas de plástico.

Impotencia de la ciencia ante la desigualdad social. Tal vez asistamos al que sea uno de los más grandes saltos científico-tecnológicos de la humanidad y pero a la vez, convivimos con la más grande desigualdad de acceso a esos avances.

Habría que agregar a la prevención: casas dignas en lugares dignos con trabajo digno, agua corriente y cloacas. No basta subsistir al borde de la muerte y la enfermedad: se debe honrar la vida. Dijo Carrillo: “no puede haber medicina sin medicina social y ésta no puede existir sin una política social de Estado”.

Hace unos años, en épocas de la epidemia de cólera debí dar charlas de prevención, en una escuela de mi barrio, ante niños de tercer grado que veían al cólera como algo novedoso. Para explicarles que no era nuevo sino que era conocido y prevenible se me ocurrió decirles que era como si vieran a las carabelas de Colón en el río. Novedosas pero antiguas.

Confesión

Otra vez di una charla en una villa de Esteban Echeverría. Quise explicar como potabilizar el agua con lavandina poniendo unas gotas con un gotero. Pero muchos no sabían que cosa era un gotero. Se me ocurrió decirles que mojaran un trapito en lavandina y lo dejaran gotear sobre el agua. Pero me enteré que el barrio pedía que hubiera una canilla con agua potable en las esquinas donde se cruzaran dos calles. No tenían agua.

Una de las asistentes era una joven madre junto a su bebita con claros signos de deshidratación por diarrea y desnutrición. La mujer sabía como hidratarla oralmente con cucharaditas de agua. Pero no había agua potable. Nuevamente: impotencia de la ciencia ante la miseria y la desigualdad social.

Esa noche no pude cenar. Tampoco dormir.

Resonaban en mis oídos las palabras de Ramón Carrillo: “¿Cómo puede enorgullecerse la medicina de aplicar sus técnicas cada vez más perfectas para resolver situaciones individuales, si por cada caso que resuelve tiene infinidad de problemas colectivos de salud que nunca podrán ser resueltos por iniciativa del médico?” (5)

Si Dios existe, en su infinita misericordia, tal vez perdone a los culpables de esta miseria, a los que lucran con ella, a los que la ocultaron y ocultan por intereses mezquinos, a los indiferentes que viven en sus palacios de cristal copiados de paraísos inexistentes del “primer mundo desarrollado”.

Yo no pude ni puedo perdonar.

Debo confesarlo.

Autoconvocados contra el Dengue

Como decía más arriba, un médico que trabaja en una zona crítica decía en un mail de circulación pública: “Acepte rápidamente que esto lo resuelve usted, su familia, la comunidad, el pueblo, ORGANIZÁNDOSE. No se queden esperando a las autoridades sanitarias, ni las fumigaciones de la municipalidad de su zona.”

Más adelante agrega: “Informe a vecinos y miembros de su comunidad o pueblo en general, por todas las vías posibles, por todos los medios que estén a su alcance y haciendo esta información comprensible a todas las personas. Ponga en alerta a todas las organizaciones sociales que conozca o en las que participe. Sindicatos, iglesias, escuelas, clubes, organizaciones sociales, bares donde se reúne con amigos, almacén del pueblo, todos los lugares donde se junta la gente en su pueblo o ciudad. “

Es decir, ante la desidia, la inoperancia, el engaño y el lucro, de los gobiernos gerenciales, los ex gobernantes en ejercicio y los opositores más preocupados en un festival electoral que en este drama, sólo el pueblo salvará al pueblo.

Esta epidemia significa que la crisis la está pagando el pueblo y esto debe revertirse.

Verdaderos cabildos abiertos modernos, las multisectoriales de cada pueblo deben tomar a su cargo la planificación, ejecución y control de las tareas de esta batalla contra la epidemia. Y obligar a los gobernantes a aportar el dinero necesario.

Para medicamentos, repelentes, insecticidas gratis.

Para que haya equipos de salud próximos a los lugares donde vive y trabaja la población.

Para que se nombren los médicos, farmacéuticos, bioquímicos, enfermeros necesarios en tantos centros de atención primaria como haga falta.

Para que los laboratorios de Estado (nacionales, provinciales, de las fuerzas armadas) fabriquen los medicamentos necesarios.

Para que los farmacéuticos del pueblo fabriquen los medicamentos magistrales que puedan hacer.

Para que delegados de cada manzana, democráticamente elegidos, cumplan la función de agentes de salud.

En esta guerra contra el Dengue el pueblo asumirá el papel de ejército, y la democracia grande será su organización.

Nos va la vida en ello.



Bibliografía
1. Urquía M Teorías dominantes y alternativas en epidemiología. Lanús: Universidad Nacional de Lanús; 2006.

2. Terris M. La revolución epidemiológica y la medicina social. México: Editorial Siglo XXI; 1980.

3. Doval H, Micucci H y Stein E. Salud: crisis del sistema. Propuestas desde la Medicina Social. Buenos Aires: Editorial Ágora; 1992.

4. Restrepo E y Málaga H. Promoción de la salud: cómo construir una vida saludable. Bogotá: E. Médica Panamericana; 2001.

5. Carrillo, R. Política Sanitaria Argentina. Tomo I. Buenos Aires: Ministerio de Salud Pública de la Nación; 1949.

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